Murillo asume un poder sin precedentes históricos en una dictadura matrimonial
El 22 de noviembre de 2024 quedará registrado como un hito en la historia política de Nicaragua, cuando la Asamblea Nacional, controlada por el régimen sandinista, aprobó una reforma constitucional que redefine completamente el sistema político del país.
Con esta reforma que tiene asegurada su ratificación en segunda legislatura en 2025, Rosario Murillo, esposa y hasta ahora vicepresidenta de la dictadura de Daniel Ortega, se convertirá oficialmente en «copresidenta», un cargo sin precedentes en la historia de América Latina.
Esta movida política no sólo consolida la dinastía Ortega-Murillo, sino que la eleva a un nivel de poder que pocas mujeres en regímenes autoritarios han alcanzado a lo largo de la historia.
Hasta antes de esta nueva Constitución que las voces críticas tildan de ilegítima, Nicaragua se regía por un sistema de presidente y vicepresidente elegidos mediante voto directo y secreto.
Ahora, el vicepresidente (en este caso, Murillo) que pasa a ser la copresidenta de acuerdo al nuevo artículo 133, tiene atribuciones igualitarias al presidente, consolidando el poder en el núcleo familiar Ortega-Murillo y debilitando los contrapesos institucionales que quedaban en un régimen ya profundamente autoritario.
Murillo, más poderosa que Madame Mao de la China comunista
Esta «copresidencia» no es solo simbólica ya que otorga a Murillo, conocida por su control férreo sobre la narrativa oficial y su influencia en todas las esferas del gobierno, un poder que supera incluso al de figuras históricas como Madame Mao, esposa del líder de la República Popular China y fundador del Partido Comunista de China, Mao Zedong.
A pesar de su influencia ideológica y política, Jiang Qing (Madame Mao) nunca tuvo un título equivalente al del líder chino, y su caída fue abrupta tras la muerte de Mao quien falleció a sus 82 años en septiembre de 1976.
El rol político de las esposas en regímenes autoritarios no es nuevo, pero Rosario Murillo marca una excepción. A diferencia de otras mujeres que ejercieron el poder desde las sombras o mediante cargos no oficiales, Murillo lo hace bajo el amparo de la Constitución.
Con la aprobación de una nueva Constitución Política, Murillo ha logrado formalizar su poder, algo que ninguna esposa de dictadores había logrado hasta ahora.
En Haití, durante la dictadura de Jean-Claude «Baby Doc» Duvalier (1971-1986), su esposa Michèle Bennett se convirtió en una figura influyente en la política y la economía del país. Aunque no ocupó un cargo formal como el de copresidenta, su influencia era tal que se le consideraba una gobernante de facto junto a su esposo.
El régimen utilizó esta alianza para consolidar su imagen como símbolo de modernidad, aunque en la práctica esto sólo profundizó la corrupción y la represión.
En Rumanía, Nicolae Ceaușescu, quien gobernó con mano de hierro entre 1965 y 1989, convirtió a su esposa, Elena Ceaușescu, en una pieza clave del régimen.
Elena no solo ostentaba importantes cargos en el partido comunista, sino que también fue promovida como «coprotagonista» del liderazgo rumano. Este dúo político utilizó su poder para crear un culto a la personalidad que terminó por aislarlos del pueblo y culminó con su trágica caída en 1989.
En Filipinas, el dictador Ferdinand Marcos (1965-1986) encontró en su esposa, Imelda Marcos, una compañera política y propagandística esencial.
Imelda asumió múltiples cargos de poder, incluidos el de gobernadora de Manila y embajadora plenipotenciaria, lo que la convirtió en una figura política casi equiparable a su esposo. Su excesivo estilo de vida y su rol en la perpetuación del régimen siguen siendo recordados como ejemplos de corrupción desenfrenada.
Dictadura Ortega-Murillo supera a la somocista
La reforma constitucional que oficializa la copresidencia no solo refuerza el autoritarismo del régimen Ortega-Murillo, sino que inaugura un nuevo modelo de dictadura familiar en América Latina. Al centralizar el poder en un matrimonio, el régimen busca perpetuarse, blindándose frente a cualquier oposición interna o externa.
No obstante, ejemplos como el de los Ceaușescu en Rumanía o los Marcos en Filipinas demuestran que los regímenes que se transforman en dinastías suelen colapsar bajo el peso de su propia corrupción y represión.
La institucionalización de Rosario Murillo como copresidenta es un desafío directo a la memoria histórica de los nicaragüenses.
El partido de Daniel Ortega y Rosario Murillo, que en sus inicios lideró la lucha contra la dictadura de Anastasio Somoza, se ha transformado en un gobierno aún más autoritario y represivo que aquel al que derrocó, precisamente para evitar que el poder se concentrara en una familia.
El régimen deja claro que Rosario Murillo ha trascendido los límites históricos de las esposas de dictadores. Con la nueva Carta Magna que combina estrategia política, propaganda y control absoluto, Murillo no es solo una figura al lado del poder: ahora es el poder, con un mandato constitucional para ejercerlo.(nicaraguainvestiga.com)