El anticastrismo se apodera de la política exterior de Trump


Casi 66 años después, Cuba sigue acaparando la política exterior de EE. UU. hacia América Latina, a pesar de ya no suponer una amenaza real.

Panorama general. Muchos nombramientos de Donald Trump de sus funcionarios en el mundo hispano tienen un factor en común: sus orígenes. Desde su embajador en España, hasta el propio secretario de Estado, sus designaciones diplomáticas más importantes para América Latina y España son ciudadanos cubanoamericanos.  

  • Bajo un nuevo paradigma, donde EE. UU. buscará cuidar mejor su esfera de influencia más cercana, la política exterior de la potencia mundial en la región será ejecutada en gran medida por decididos opositores de la dictadura castrista.
  • Hasta cinco de sus nuevos funcionarios en materia de política exterior son estadounidenses de orígenes cubanos; se especula con que habrá más.
  • Los nombramientos prevén un regreso a la política de mano dura contra los regímenes autoritarios en Latinoamérica; al menos, de aquellos que no simpatizan con EE. UU.  

Hemeroteca. Desde 1959, EE. UU. ha sostenido una política hostil hacia Cuba, cuya principal arma de presión al régimen castrista ha sido el embargo comercial, vigente desde 1960. El bloqueo ha pasado por varias etapas, pero durante la administración de Barack Obama (2008-2016) se inició el camino para flexibilizar las restricciones hacia la isla. Con la llegada de Trump a la presidencia en 2017, dichos esfuerzos fueron revertidos.  

  • Hay quienes consideran el embargo como una causa inútil. Para los críticos del bloqueo, permitir el comercio con Cuba generará desarrollo y, en consecuencia, una clase media comerciante y liberal que lidere los esfuerzos por un cambio de régimen.
  • No obstante, en un país como Cuba, cualquier rédito del comercio internacional se concentra en manos del régimen y no se traslada a sus ciudadanos.
  • Por ello, la amplia mayoría de los cubanos exiliados en EE. UU. —y su descendencia— son críticos del levantamiento de sanciones. La comunidad cubana organizada en EE. UU. apoya, incluso, el endurecimiento de las sanciones y los funcionarios nombrados por Trump no son la excepción.  

Qué destacar. Marco Rubio (futuro secretario de Estado) y Mauricio Claver-Carone (enviado especial para América Latina) fueron, ambos, fuertes opositores de la postura de Obama con respecto a Cuba. En sus manos estará la política exterior de EE. UU. con respecto a la región. Los embajadores Peter Lamelas (Argentina), Kevin Marino Cabrera (Panamá) y Benjamín León Jr. (España), serán fieles defensores de esa línea con respecto a Cuba y otras tiranías como la de Venezuela y Nicaragua.  

  • Por otro lado, es posible que el ex administrador asistente de USAID, John Barsa (hijo de exiliados cubanos) pueda regresar a las altas esferas de la agencia para el desarrollo.
  • Se espera que Carlos Trujillo, también hijo de exiliados cubanos, sea nombrado como subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental.
  • Como respuesta a las designaciones —y las luces que arrojan sobre la ruta diplomática que busca Trump—, en su última semana al cargo, Joe Biden retiró a Cuba de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo. El dardo envenenado del actual presidente será el primer reto que enfrentarán.  

Entre líneas. La comunidad cubana ha sido clave para ambas elecciones de Trump, convirtiendo a la Florida —otrora un estado bisagra— en un estado republicano. Como resultado de ese apoyo, la política de EE. UU. en el continente será dirigida con tolerancia cero hacia el régimen que heredó y ahora lidera Miguel Díaz-Canel, así como con sus pupilos en el continente. Aunque la isla no es una potencia con recursos económicos o naturales para financiar otros regímenes, sigue siendo el bastión ideológico de las dictaduras de Nicaragua y Venezuela.  

  • Además, con casi 66 años de experiencia totalitaria, los servicios de inteligencia cubana siguen siendo considerados los más sofisticados de Latinoamérica.
  • Cuba supone un apoyo fundamental para Maduro y Ortega, tanto por la formación de oficiales de inteligencia, como por el aporte en estrategia y formación ideológica que le brinda seis décadas de dictadura inamovible.  

Sí, pero. Aunque Venezuela mantiene a flote a Cuba con los recursos del petróleo y la narco actividad, la joven y fragmentada diáspora venezolana ha sido incapaz de ganarse el beneplácito de los republicanos de la manera que lo han conseguido los cubanos. No obstante, la postura de la comunidad cubana ante Venezuela es la misma que con respecto a su país de origen. No se tolerará los regímenes de Maduro, Ortega ni Díaz-Canel.  

  • A pesar de ello, existe la posibilidad de que EE. UU. aborde a Maduro de manera distinta.
  • Un mayor empobrecimiento del país no solo lastimaría al régimen, sino también a las empresas estadounidenses que operan en Venezuela, como es el caso de Chevron, Halliburton, Schlumberger, Baker Hughes, entre otras.
  • Las sanciones podrían seguir incrementando el flujo migratorio hacia EE. UU. Aunque Trump y sus diplomáticos mantendrán una postura estricta, buscando debilitar a Maduro, no podrán igualarlo al nivel de Cuba o Nicaragua. 

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