El Girona empuja al Real Madrid a su primer bache
El Girona volvió a confirmarse como un rival ulceroso para el Real Madrid. El cuadro de Míchel, tan osado en ataque como sacrificado en defensa, arañó un empate en el Santiago Bernabéu que permite a los catalanes abandonar la zona roja de la tabla y rebaja el liderato de los blancos en una semana negra. Stuani, de nuevo infalible a la hora de convertir desde los once metros un discutido penalti por mano de Asensio, neutralizó la ventaja de los locales, que se habían adelantado poco antes con una diana de Vinicius fruto de una conexión con Valverde similar a la que permitió al bloque de Chamartín abrochar la Decimocuarta en el Stade de France.
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La escuadra de Carlo Ancelotti, espesa otra vez durante buena parte del encuentro, apretó en el tramo final con cuatro atacantes puros sobre el pasto y llegó a cantar victoria durante unos segundos con un remate de Rodrygo sobre la línea de gol tras centro de Mariano. Pero el VAR volvió a ofuscar a los blancos, chivando una falta del delantero sobre Gazzaniga que dejó en un exiguo punto la renta sobre el Barça de un líder en el que empiezan a asomar grietas. Míchel había preconizado en la previa que su equipo fuese protagonista con la pelota y sus pupilos le dieron la razón al técnico que cumplía años precisamente este domingo frente a un Real Madrid de nuevo permisivo. Los blancos, con Camavinga ejerciendo de ancla en el centro del campo y Rüdiger acompañando a Alaba en el eje de la retaguardia, concedían espacios a un rival bien organizado en la retaguardia y pujante en la vanguardia.
El cuadro de Míchel aceptaba el duelo de esgrima con el vigente campeón, que intentó desmontar la telaraña defensiva del bloque visitante con disparos lejanos de Camavinga y Rodrygo, aunque sin suerte. El brasileño, duda hasta última hora por una indisposición, constituyó la principal amenaza para la retaguardia del Girona e incluso llegó a estrellar un remate contra la madera en la mejor ocasión de la tropa de Ancelotti antes del intermedio.
Con todo, el Girona firmó un primer acto casi impecable. Bien parapetado atrás y raudo en la salid, logró buscarle las cosquillas a un Real Madrid más descubierto con Camavinga que con Tchouaméni, baja de última hora por una sobrecarga muscular. En una de esas transiciones eléctricas, Valery, que antes había rozado el gol con un testarazo formidable que se marchó por centímetros, le ganó la partida a Carvajal y sirvió atrás a Yangel Herrera, que reventó el esférico contra el travesaño en lo que era una especie de penalti en movimiento.
Las sensaciones respaldaban el plan de partido de un Girona más trabajado y con mejores mimbres de lo que atestigua su posición en la clasificación. Al mismo tiempo, impelían al Real Madrid a meter una marcha adicional después del paso por vestuarios. El equipo de Ancelotti inyectó algo de energía, pero seguía impreciso y sin filo. De ahí que Ancelotti elevase la apuesta retirando a Camavinga para introducir a Asensio, lo que motivó que Kroos se reubicase como pivote defensivo, Valverde pasase a ejercer de interior y el balear percutiese como extremo derecho. El birlibirloque de piezas no redundó en una mejor administración de la pelota por parte del Real Madrid, que concedió una ocasión pintiparada al Girona en un mal despeje de Rüdiger. Valery estrelló el remate contra el cuerpo de Courtois y el linier decretó fuera de juego, pero de haber acabado la acción en gol el VAR podría haber sentado en el banquillo de los acusados al Real Madrid porque el catalán parecía estar en posición válida cuando arrancó.
El fútbol fue clemente con los displicentes minutos del Real Madrid, pero cruel con la atractiva propuesta del Girona. Porque en el siguiente ataque de los blancos Valverde tiró de ardor para ganar una pugna en el área y servir al segundo palo, donde Vinicius embocó a placer. Pudo sentenciar el Real Madrid de inmediato en un remate a quemarropa de Asensio que repelió Gazzaniga, antes de que Míchel quemase sus últimas naves con un triple cambio que llevó al césped a Toni Villa, Reinier y Stuani.
El uruguayo, un tormento recurrente para el Real Madrid, tardó dos minutos en poner el empate, ejecutando con la maestría a la que acostumbra un controvertido penalti por mano de Asensio decretado por el árbitro a instancias del VAR, pese a que las tomas abren espacio a la duda. Pudo marcar el segundo el Girona en el frenesí subsecuente, al igual que un Real Madrid encorajinado que renunció al control para entregarse al vértigo con cuatro futbolistas de neto perfil ofensivo con la irrupción de Mariano. El catalán metió un centro estupendo para Rodrygo, que marcó después de que Gazzaniga atajase en primera instancia. Pero el VAR volvió a pedir su cuota de protagonismo, avisando al árbitro de una falta del atacante sobre el portero que dejó con la miel en los labios a un equipo que acabó con diez y cada vez es más terrenal. (lavozdegalicia)
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