Reparan graderías del estadio Chelato Uclés
El Estadio Nacional Chelato Uclés de Tegucigalpa comenzó su transformación con la reparación de su gradería de sol centro, que representaba un peligro para más de 15 mil aficionados que la utilizaban en los partidos de Liga Nacional y Selección Nacional.
Con buen propósito, la Comisión Nacional de Deportes (CONDEPOR) apartó un presupuesto para demolerla y volverla a levantar con 12 columnas fuertes para que soporten el peso de los aficionados, una tarea que durará aproximadamente nueve meses, pero que servirá para darle más vida al estadio inaugurado en la administración del doctor y general, Tiburcio Carías Andino, en 1948.
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La obra cuesta arriba de los 100 millones de lempiras, una inversión importante en un templo deportivo donde Honduras clasificó al Mundial de España de la mano del recordado maestro «Chelato» Uclés.
La obra al completarse les garantiza a los clubes Olimpia y Motagua como la Selección Nacional un aforo de 30 mil espectadores y no de 19 como en la última final del fútbol hondureño, por lo que los clubes en grandes finales tendrán una forma de poder conseguir más recursos para el pago de planillas y premios.
En el año 2010, una parte del muro del Estadio Nacional se vino abajo por una tormenta eléctrica con vientos huracanados durante 20 minutos, que apenas azotó en un sector de la ciudad.
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El resultado fue una cifra fatal de seis heridos y un muerto a inmediaciones del Estadio Nacional.
La persona que falleció era hijo del famoso ex futbolista Majoncho Sosa y respondía al nombre de Víctor Sosa, de 60 años de edad, y residente en la comunidad de Santa Rosa.
Sosa murió en el interior del taxi, tras el impacto de la caída de una columna y desechos del muro que cedió ante los fuertes vientos.
En el mismo taxi se conducían otros pasajeros que resultaron heridos y fueron trasladados de urgencia al Hospital Escuela.
Atrás del taxi, otras dos unidades resultaron con severos daños, al igual que un vehículo turismo marca Honda Civic, este último del que su ocupante salió ileso y confirmó que «todo fue un milagro porque pude salir del automóvil sin un rasguño», eran las palabras de Noé Nazareth.