Tres animales que ven mejor que los humanos
El ser humano no tiene mala vista en comparación con algunos animales, pero hay otros que eclipsan nuestra capacidad visual.
Teniendo en cuenta que el ser humano tiene los ojos colocados en posición frontal, de modo que sus áreas de visión se solapan facilitando la visión binocular; que gracias a ello somos capaces de calcular distancias con la vista; y que somos capaces de distinguir un círculo cromático basado en tres colores —salvo daltonismos—, podemos decir que tenemos un sistema visual relativamente bueno.
Heredado de nuestros ancestros arborícolas, a quienes la visión a todo color los beneficiaba para elegir qué frutos comer, y el cálculo de distancias les ayudaba a saber a qué rama podían llegar a saltar sin caerse. De todos nuestros sentidos, la vista es el más desarrollado.
Sin embargo, no somos, ni de lejos, la especie animal con la mejor vista. Hay una larga lista de animales que nos superan. En este listado destacaremos tres.
El cernícalo, visión ultravioleta
En la retina de nuestros ojos hay dos tipos de células receptoras de la luz, los bastones y los conos. Los bastones son células especializadas en captar la intensidad de la luz, y es la que nos permite ver en condiciones de penumbra. Los conos, por su parte, se excitan a determinadas longitudes de onda, y por tanto, nos permiten ver los colores. Los conos necesitan una intensidad de luz relativamente alta para activarse, por ese motivo, cuando hay poca luz distinguimos los objetos pero nos cuesta ver colores.
En el ojo humano hay tres tipos de conos, los L, que perciben la luz roja, los S, que se encargan de las longitudes de onda correspondientes al azul, y los M, que se excitan ante la luz verde. Nuestro cerebro compone, por tanto, todos los colores a base de estos tres colores: rojo, verde y azul. Tenemos una visión tricromática.
Pero no todos los animales comparten estos receptores. Algunos tienen menos receptores, o los tienen distribuidos de otra manera, lo que hace que su visión de los colores sea distinta a la nuestra. Y hay animales que tienen más tipos de conos.
Las aves cuentan con seis tipos de conos. Tres son muy similares a los humanos, por lo tanto reconocen los colores rojo, verde y azul. Pero los otros tres se corresponden con capacidades de las que los mamíferos —y por tanto, los humanos— no podemos disfrutar.
Uno de los tipos extra de conos percibe la radiación violeta. Los otros dos tipos forman una estructura de cono doble que actúan como una sola unidad funcional, y sirven para detectar el movimiento. Los mamíferos carecemos de estos conos dobles, y para percibir el movimiento empleamos el resto de receptores; esta mayor especialización de las aves las hace más eficaces para detectar objetos que se mueven.
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Pero lo más relevante es ese cuarto color que las aves son capaces de ver, y los mamíferos no. Esos conos violeta añaden una nueva dimensión a nuestro esquema tricolor básico, generando un espectro más amplio y mucho más rico en matices que el nuestro. En ciertas especies, como el cernícalo, los conos violeta se han especializado en la visión del espectro ultravioleta, un rango electromagnético totalmente invisible para nosotros.
Se ha propuesto con frecuencia que esta capacidad de visión ultravioleta puede estar relacionada con la detección de la orina de los roedores desde el aire, algo que podría proporcionar una enorme ventaja a estos expertos cazadores a la hora de localizar a sus presas. Recordemos que los cernícalos tienen la capacidad de quedarse suspendidos en el aire, sin moverse del sitio, compensando su velocidad de vuelo con la velocidad del viento y reorientando constantemente el cuerpo, con la cabeza completamente inmóvil, vigilando el suelo.
Sin embargo, ciertas investigaciones apuntan a que la orina de los topillos y los ratones de campo no tienen la refractancia adecuada en el espectro ultravioleta, y que es poco probable que sirva como señal visual para los cernícalos. El papel de la visión ultravioleta en las rapaces sigue, por tanto, sin estar claro.
El pulpo, visión polarizada
El pulpo es un animal fascinante, capaz de proezas que resultan impresionantes. Entre sus múltiples capacidades excepcionales, quizá una de las más sorprendentes es su capacidad de percibir la polarización de la luz.
Los pulpos pueden ser entrenados fácilmente para elegir objetos con un patrón determinado —una forma, un color, un brillo, un contraste, o incluso una cantidad— y transferir el aprendizaje para seleccionar objetos que tengan patrones similares pero no idénticos.
A mediados de los años 90 del siglo pasado, un grupo de investigadores se preguntó si los pulpos serían capaces de detectar el contraste producido por variaciones en la orientación de la polarización, cuánto contraste podrían llegar a reconocer, y si podrían relacionar objetos basándose en sus patrones de polarización de la luz.
Los pulpos no solo fueron capaces de diferenciar entre la luz polarizada y la no polarizada, sino que además podían diferenciar contrastes de polarización con una diferencia de solo 20 °. No tuvieron dificultad para establecer relaciones entre objetos con patrón similar de polarización.
Bajo el agua, la longitud de onda que refleja un cuerpo, y, por tanto, el color aparente, depende de la profundidad, sin embargo, la orientación del vector de polarización reflejado por dicho objeto permanece constante, incluso en condiciones de muy poca luz. En consecuencia, para los pulpos, esta capacidad de discernir la polarización y de interiorizar y comparar distintas polarizaciones les es útil para identificar objetos bajo el agua, independientemente de la cantidad de luz que llegue o del color aparente.
El estomatópodo, la visión del superhéroe
El sistema visual más complejo conocido de todos los animales es el de los estomatópodos, también llamados mantis marinas. Y quizá, de todas las especies del grupo, el caso de Neogonodactylus oerstedii sea el más impresionante.
Presenta al menos 16 tipos distintos de células fotorreceptoras —cuatro veces más que los seres humanos—, de las cuales la mitad está relacionada con la percepción del color. En nuestros ojos, cada cono —recordemos, rojo, verde o azul— solo presenta un pigmento visual, llamado opsina, que se excita con una determinada longitud de onda. Sin embargo, en los 8 fotorreceptores dedicados a la percepción del color de los estomatópodos hay un total de 33 opsinas.
De ellas, 20 son sensibles a longitudes de onda corta, y abarcan tres áreas del rojo, tres del naranja, cuatro del amarillo y hasta diez de tonos distintos de verde; otras 10 son sensibles a longitudes de onda media, e incluyen cuatro receptores para el cían, dos para el azul, y cuatro para el violeta; las tres opsinas restantes reciben distintas longitudes de onda del ultravioleta.
Por supuesto, si hay 33 pigmentos en solo 8 tipos de fotorreceptores destinados a la percepción del color, algunas células presentan varias opsinas y no una sola. Solo los receptores que perciben el ultravioleta tienen un solo pigmento; el resto de las unidades fotorreceptores de longitudes de onda dentro del espectro visible presentan dos o más opsinas. Es el sistema nervioso el que discrimina cuál de los colores está siendo excitado en cada caso, basándose no solo en los receptores excitados, sino en su posición. Y es que una misma unidad fotorreceptora puede tener distintos pigmentos a diferentes alturas.
Además tienen otros fotorreceptores destinados a labores distintas a la detección del color —y que emplean mezclas de multitud de pigmentos para ello—. Estos animales tienen células especializadas en la percepción de la intensidad lumínica, del movimiento, y de la polarización.
Además, cada ojo individual —que puede mover de forma independiente— tiene tres partes diferenciadas: una sección central, como un cinturón, que separa dos hemisferios. La visión del color se centra en la banda central, y los hemisferios se emplean para reconocer formas y movimiento. Esto les permite generar una imagen distinta en cada hemisferio ocular, por lo que disponen de una visión binocular completa con cada ojo y pueden calcular distancias mirando en dos direcciones distintas, a la vez.
Fuente: MuyInteresante