Los indígenas ngöbe-buglé apuntan al turismo para mostrar y preservar su cultura
Un ritual tradicional con humo y agua purificada permite la entrada de los visitantes al bosque o a las casas en las comunidades indígenas ngöbe-buglé del sur de Costa Rica, donde sus habitantes están comenzando a ver al turismo como una oportunidad para mostrar y preservar la cultura y para generar ingresos económicos.
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Cerca de 3.200 indígenas ngöbe-buglé viven en unas 10 comunidades del cantón de Coto Brus, provincia de Puntarenas, en el sur de Costa Rica, y tratan de mantener vivas sus costumbres y tradiciones que van desde la colorida vestimenta, las artesanías y la comida, hasta los cantos, los bailes y los idiomas ngöbe y buglé.
EL COLIBRÍ, EL MENSAJERO DE DIOS
El colibrí, el ave más pequeña del mundo y que habita en los bosques costarricenses, es para los ngöbe-buglé pieza clave de la historia, pues cuentan los relatos que fue un pájaro enviado por Dios para traer en su pico una gota de agua que al caer en la tierra propició el nacimiento del bosque y de la vida.
Kira Bejarano es una indígena de la comunidad de La Casona, que además de ser docente en un centro educativo público de la zona indígena es una de las líderes de un emprendimiento familiar llamado Ju Mölöchi (La Casa del Colibrí), donde los turistas son atendidos y reciben una explicación de la cultura del lugar.
«Queremos transmitir conocimientos culturales, conocimientos ancestrales que, como bien sabemos, se están perdiendo o se están menospreciando. Es un rescate cultural, de la armonía con la naturaleza, la preservación. Es darnos a conocer y que la cultura no sea tan mercantil sino para la vivencia», comentó Bejarano.
La mujer explicó que en la iniciativa se están incluyendo a los niños para que valoren la importancia de sus raíces culturales y como un método para la preservación del idioma y las costumbres.
El pueblo indígena ngöbe-buglé se extiende desde la provincia panameña de Chiriquí hasta las provincias costarricenses de Puntarenas (sur) y Limón (Caribe) y tiene una larga historia de movilidad entre los territorios desde antes de que fueran establecidas las fronteras.
Aunque hay comunidades establecidas en territorio costarricense desde hace décadas, en la actualidad la migración de indígenas entre Costa Rica y Panamá permanece especialmente en la época de cosechas agrícolas como es el caso del café.
LA PRESERVACIÓN DE LA CULTURA
La preservación del idioma es uno de los objetivos que se han trazado estos pueblos y para ello han contado con el apoyo del Ministerio de Educación Pública de Costa Rica (MEP) que ha nombrado docentes que pueden impartir en los centros educativos de la zona lecciones en los dos idiomas de la comunidad: el ngöbe y el buglé.
En los pueblos ngöbe-buglé de Costa Rica los indígenas mantienen la confección y el uso de la ropa tradicional y otros implementos que los identifican, y los niños y los jóvenes están aprendiendo de sus abuelos las costumbres, las tradiciones y el idioma, que se consideran de las principales riquezas del pueblo.
La alimentación basada en producto orgánicos como arroz, verduras y frutas, caminatas en el bosque, la observación de flora y fauna, la estadía en el pueblo y talleres de artesanías, son también parte de la oferta con la que los indígenas buscan desarrollar las actividades turísticas en la zona.
En una humilde casa de la comunidad ngöbe buglé La Casona, vive Celestino Palacios, quien es uno de los hijos del fallecido cacique y fundador de la comunidad Pedro Bejarano.
A la entrada de la vivienda hay una enorme piedra tallada con un rostro indígena en honor al cacique, la cual da la bienvenida al sitio donde Palacios canta en la lengua autóctona y explica que él es uno de los pocos que es capaz de hacerlo.
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Según datos oficiales, en Costa Rica, país de 5,1 millones de habitantes, viven cerca de 104.000 indígenas distribuidos en ocho grandes pueblos: Bribís, Cabécares, Malekus, Chorotegas, Huetares, Teribes, Bruncas y Ngöbe, que registran bajos niveles de desarrollo. (infobae)
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