En memoria de Raúl Pineda


Por: Edgardo Rodríguez

Se apagó su luz, sin dar lugar a despedidas. Los que tuvimos el honor, la dicha, la alegría, de conocerlo aquilatamos la enorme dimensión de su ausencia, el gran vacío público y privado que deja Raúl Pineda Alvarado; un ser humano brillante, correcto, no perfecto, sin ambiciones metálicas y cálido con sus allegados.

Lo conocí por casualidad y desde el inicio fuimos amigos, sin protocolos, con sinceridad ambos nos brindamos un afecto solo igualable a un ser muy querido. Raúl Pineda abría las puertas de su casa, una vez por semana, sin egoísmo, a cualquiera que se identificaba con la necesidad de conversar con altura, pensar y soñar con una patria digna, libre y democrática.

Las tertulias en su hogar le llenaban a él y a sus amigos, ese vacío de una ciudad, de un país, con muy escasos espacios para compartir sana y constructivamente. En su casa él se creó un micro mundo, donde cabíamos todos, independientemente de la ideología política. El conversaba semanalmente con personajes de la rancia izquierda, hasta la derecha tradicional, esta cualidad es poco común en la Honduras de hoy.

Aunque militó en el Partido Nacional, donde fue diputado al Congreso Nacional y Parlamento Centroamericano, no estaba atado a “sellos políticos”, otra extraordinaria cualidad de Raúl, porque su gran preocupación era el país, no un partido. Por eso, mucha gente lo quería y respetaba.

A Pineda Alvarado lo llegaron a conocer la mayoría de los hondureños que se informan a diario por los medios de comunicación. Era respetado, escuchado. consultado y seguido; porque, como pocos, entendía y practicaba el arte de la tolerancia, el dialogo franco y siempre por el bien de Honduras.

Estudioso, lector voraz, culto, académico, jurisconsulto, buen conversador y especialmente era un hombre con un altísimo nivel de información, frecuentemente nos anticipaba, con mucho tiempo, acontecimientos políticos o judiciales, que ocurrirían en el país. Sabia bien que político, empresario, periodista, etc, tenía tratos con los «traquetos», como él les decía a los narcos. Pero esa información la sabia reservar solo para su uso exclusivo, por eso nunca tuvo problemas con los que caminan por los peligrosos senderos.

Como me dijo César Indiano «se nos fue un grande y nos deja huérfanos de su preclaro pensamiento democrático». Sin duda, no tenemos hoy, en el ámbito nacional, un personaje con las características públicas y políticas de Raúl Pineda. Pierde Honduras, pierde su familia y perdemos sus amigos, a un extraordinario ser humano.

Hoy lloramos su partida, pero, en cuanto este dolor se convierta en recuerdo, será el momento de empezar a construir la memoria y el legado de Raúl Pineda, para que su paso por esta vida no haya sido en vano. Hoy cantamos: “Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío, que no lo puede llenar, la llegada de otro amigo” (Alberto Cortez). Con todo mi afecto lo abrazo hasta el cielo, mi querido Maestro.


Noticia Anterior Esto tiene que pagar si quiere ver jugar a Messi contra el Olimpia
Siguiente Noticia Xiomara inaugura centro  integral colectivo