Asfura responde a felicitaciones de Ortega y Murillo


Por: Diedrich Carrazco

Hasta la tarde de ayer 26 de diciembre la posición del presidente electo de Honduras, Nasry Asfura, frente a la carta diplomática enviada por el Gobierno de Nicaragua permanecía sin respuesta oficial. La misiva redactada en tono “fraterno”, además del reconocimiento de la declaratoria de presidente electo, ha propuesto una visión de cooperación regional basada en la historia común, el respeto a la soberanía y la necesidad de paz en Centroamérica.

Sin embargo, la misma la noche de ayer, Asfura rompió el silencio en una entrevista concedida a CNN Español. Consultado directamente sobre la carta de felicitación de Ortega y Murillo respondió que le pareció “muy agradable” recibirla y confirmó que hubo comunicación directa con la pareja gobernante. En sus palabras: “Tuvimos la oportunidad de hablar. Hablamos de la región, del trabajo, de la paz y la tranquilidad que debe haber en la región”. 

Al respecto, la respuesta del presidente electo marca una apertura clara al diálogo con Managua, destacando la  necesidad de mantener relaciones cordiales con los países vecinos, haciendo énfasis en la “hermandad posible para tener paz” en la región. Este enfoque representa un intento deliberado por parte del nuevo presidente hondureño de trazar una política exterior de equilibrio, donde la cercanía geográfica y los intereses comunes primen sobre las presiones ideológicas externas.  

Diferencias entre Nicaragua y Venezuela, según Asfura 

Cuando se le preguntó por qué estaría dispuesto a dialogar con Ortega pero no con Maduro, Asfura fue enfático en señalar que “las relaciones con Nicaragua son muy distintas” y que el régimen de Maduro representa una situación donde “no hay democracia”. Esta distinción le permite justificar la relación con Nicaragua bajo una lógica de vecindad y cooperación regional, sin comprometerse con regímenes que, según él, atentan abiertamente contra la libertad y los derechos humanos. 

Entender este matiz es vital, ya que posiciona a Asfura en una franja diplomática que no rompe con los valores que exige la comunidad internacional ni con los compromisos tácitos adquiridos con Washington, pero que tampoco se somete a una política exterior dictada por la confrontación automática. En su respuesta, Asfura establece un mecanismo para modular el mensaje en el que Honduras está abierta al diálogo con sus vecinos, incluso si estos son “políticamente controvertidos”. 

A su vez, subraya que Nicaragua es un “país hermano y vecino” y que ese factor geográfico obliga a Honduras a tener una postura distinta a la de Venezuela, revelando así un enfoque de realpolitik, donde la política exterior se define menos por las afinidades ideológicas y más por la necesidad de preservar la estabilidad regional, tensiones fronterizas, proteger los intereses económicos comunes y cooperar en seguridad. 

Estados Unidos, el socio prioritario, pero no el único 

En la entrevista, Asfura reafirma su interés en mantener y fortalecer la relación con Estados Unidos, al que llama “el socio comercial más importante”; mencionando áreas concretas como el TPS, las remesas, la inversión estadounidense y la producción compartida como prioridades en su agenda bilateral, dejando claro que estos temas marcarán su política exterior, pero también advirtiendo que vivimos en un “mundo transaccional”, donde cada país debe buscar su propio beneficio. 

Esta visión pragmática lo lleva a declarar que el país buscará relaciones donde tenga “mayores intereses en común”, lo cual abre la puerta a un acercamiento mesurado con China y otros actores internacionales, aunque siempre reconociendo que Washington seguirá siendo el actor dominante en la política exterior hondureña. 

Sin embargo, este enfoque de equilibrio no está exento de riesgos, dado que si Washington considera que Asfura está demasiado cerca de Managua, podrían desencadenarse presiones políticas, condicionamientos en ayuda internacional o incluso campañas de desprestigio mediático. Por otro lado, si Nicaragua percibe una distancia fría disfrazada de cortesía, podría endurecer su postura o buscar aliados alternativos. 

En términos de la diplomacia regional el gobierno nicaragüense se anticipa a sus propios aliados ideológicos y se posiciona como un actor pragmático, dispuesto a tender puentes con un nuevo liderazgo centroamericano que, en principio, no le es afín. Además, le otorga legitimidad diplomática a un presidente que llega al poder desde el Partido Nacional, tradicionalmente de derecha, y en abierto contraste con el bloque bolivariano. 

El mensaje de Nicaragua a Washington 

El reconocimiento también debe leerse como un mensaje diplomático hacia Trump y su círculo. Al felicitar al candidato apoyado públicamente por el presidente republicano, el gobierno nicaragüense parece estar diciendo: «Podemos convivir, incluso con tus aliados, si hay respeto y voluntad en la región». Esto suaviza la idea de confrontación automática entre el sandinismo y la nueva administración hondureña, pero también introduce una nueva tensión en la narrativa de “eje del bien vs. eje del mal” que Trump busca consolidar en América Latina. 

En este sentido, para Trump, que el Gobierno de Nicaragua reconozca a su aliado regional puede ser visto como una paradoja incómoda parecida a la del “enemigo ideológico” felicita al “socio estratégico”, restándole valor propagandístico a la dicotomía que pretende instalar. Es, en el fondo, una acción que le arrebata el control de la narrativa hemisférica a Washington, al dejar claro que el Gobierno de Nicaragua no necesita intermediarios para influir o reposicionarse en el tablero. 

Finalmente, la misiva tiene un efecto directo en la legitimidad interna de Nasry Asfura. En medio de las denuncias de fraude en el proceso electoral por parte del Partido Liberal y cuestionamientos sobre la imparcialidad del proceso electoral por parte del partido Libertad y Refundación, aliado ideológico del gobierno nicaragüense, el respaldo explícito, aunque polémico, funciona como un aval inesperado desde el exterior, particularmente en un entorno internacional donde el reconocimiento de gobiernos no siempre es automático ni uniforme. 

A su vez, fortalece la narrativa de que Asfura es un actor capaz de construir consensos donde otros solo han planteado pugnas o polarización. También, este reconocimiento desplaza el eje del debate hacia el pragmatismo diplomático, y ofrece al presidente electo una carta con la que puede jugar tanto frente a su electorado como ante la comunidad internacional. (Artículo original publicado en La Prensa de Nicaragua)

El autor es consultor en Innovación Social para el Tercer Sector.


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