Desempleo e informalidad, el panorama de América Latina


San José. – La ecuación es sencilla: el incremento paralelo del desempleo y de la informalidad provocará un crecimiento de la migración irregular de América Latina y el Caribe hacia Estados Unidos, en un fenómeno que impactará a México. 

Bajo el ataque del coronavirus y con la mezcla de la prolongada desaceleración económica y de la lenta, insuficiente o débil recuperación, la zona seguirá navegando en los próximos 24 meses sobre proyecciones negativas de su mercado laboral. 

“El pesimismo es inevitable”, afirmó el abogado hondureño Víctor Meza, director del (no estatal) Centro de Documentación de Honduras (CEDOH), el más antiguo foro de análisis político y socioeconómico de ese país, al referirse a un informe que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) divulgó ayer en Suiza sobre los nubarrones del panorama laboral del área. 

En sus Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo para 2022, la OIT pronostica para América Latina, en este 2022, desempleo e informalidad, dos fenómenos que se han profundizado como consecuencia de las medidas para detener a la Covid-19. 

La máxima autoridad internacional en la materia considera probable que ni siquiera la región vuelva en 2023 a tener el rendimiento previo a la pandemia en materia de desempleo. 

La OIT calcula para este año unas 28.8 millones de personas desocupadas en Latinoamérica, y para el año siguiente 27.6 millones, muy por encima de los niveles de 2019, cuando había 24.3 millones. 

“Las proyecciones hasta 2023 sugieren que seguirá siendo difícil conseguir la recuperación total. Las perspectivas son más negativas para América Latina y el Caribe y para Asia Suroriental”, detalla el documento.  

América Latina es la región más golpeada por la pandemia, tanto en términos de salud -registró los mayores niveles de contagio y mortalidad- como en términos económicos: el PIB cayó 7.5% y desaparecieron horas de trabajo equivalentes a 36 millones de empleos a tiempo completo. 

“Esto refleja que los flujos migratorios, lejos de disminuir, van a aumentar”, dijo Meza a EL UNIVERSAL, tras poner un primer ejemplo de la crisis: una caravana de migrantes irregulares salió el domingo anterior de Honduras a Guatemala, México y EU.
 
“Crecerá la conflictividad laboral por la pobreza. El dato de 28 millones de personas sin empleos en 2022 es alarmante e indica que la perspectiva de crecimiento de la informalidad en los mercados laborales es muy grande”, agregó.  

Al subrayar que “la precariedad de las condiciones laborales y de los contratos de trabajo tenderá a crecer, dificultará las relaciones obrero-patronales y generará mayores fuentes de conflictividad social”, anticipó que “se requerirá gran habilidad de gobernanza política para procesar democráticamente” la crisis por desempleo. 

“No hemos sido capaces de recuperar los niveles de productividad y rendimiento de la economía al inicio de la pandemia en febrero de 2020. Vivimos un repunte preocupante y peligroso del Covid-19 que indica que las perspectivas de recuperación económica traducida en mejores y más estables empleos es muy dudosa”, indicó.  

El reporte publicado este lunes en Ginebra, indica que aunque el crecimiento de la economía se reanudó en 2021 -Brasil se vio favorecido por las condiciones de comercio, mientras que México por el aumento de la demanda en Estados Unidos-, la expansión del empleo sigue siendo limitada. 

El historiador y urbanista ecuatoriano Fernando Carrión, académico de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), ente no gubernamental autónomo, aseveró que “gran parte de la reactivación económica que se ha impulsado en América Latina está dirigida a las empresas formales de tamaño más grande e intensivas en capital”. 

“Muy poco (se ha dirigido) a las pequeñas y medianas empresas, que son las que generan mayor cantidad de empleo. Lo que se ha hecho en esta temporada de pandemia con el desempleo es que las grandes empresas redujeron los costos que tienen alrededor del empleo e incorporaron tecnología”, describió Carrión a este diario. 

De hecho, la OIT advierte que “el cierre y desaparición de millones de pequeñas y medianas empresas, sugiere que la recuperación del empleo quedará atrás de la reanudación del crecimiento económico y que la calidad del empleo podría deteriorarse”. 

Entre los mayores riesgos de la era postcovid-19, el reporte destaca la informalidad en el empleo, una problemática en ascenso desde 2015, cuando la transición del empleo informal al formal entró en reversa, como fue el caso de Argentina o Panamá, o se detuvo como ocurrió en México y Colombia. 

La OIT insiste en que las perturbaciones causadas por la pandemia, las deficiencias estructurales, así como los nuevos riesgos generados por la evolución del virus, están reduciendo el potencial para crear empleos decentes. 

En América Latina, es “crucial que las políticas se enfoquen a generar empleo a escala suficiente, no solo para absorber la fuerza laboral en recuperación, sino para evitar cualquier riesgo de reducir la calidad del empleo”. 

Esto incluye políticas de apoyo a la pequeña y mediana empresa, para que logren niveles mínimos de eficiencia y rentabilidad, y de transición a la era digital. 

A decir de Carrión, la crisis laboral “se va a prolongar a largo plazo porque la entrada de la tecnología hará que haya una contracción del empleo. Si nuestros países no generan políticas de reactivación de la pequeña y mediana empresa, difícilmente va a ocurrir un incremento del empleo”, alertó. 

En un estudio conjunto de la (no estatal) Academia de Centroamérica, de Costa Rica, y la Fundación Konrad Adenauer, de la Unión Demócrata Cristiana, de Alemania, el economista costarricense Andrés Fernández indicó que “más allá de la tragedia humana y sanitaria del coronavirus, ahora se reconoce ampliamente que la pandemia desencadenó la crisis económica más grave desde la Segunda Guerra Mundial”. 

“Muchas economías no recuperarán sus niveles de producción de 2019 sino hasta 2022, en el mejor escenario posible. Adicional a los choques económicos y de salud a corto plazo, los efectos a largo plazo sobre el capital humano, la productividad y el comportamiento pueden ser duraderos”, mencionó. 

El escenario “tiene a los gobiernos operando en un contexto de incertidumbre y enfrentándose a situaciones complejas dados los desafíos sanitarios, económicos y sociales que plantea”, señaló. (José Meléndez/El Universal)


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