
Discurso íntegro de Xiomara en la IX Cumbre de la Celac
Agradezco la atención a la convocatoria desde la presidencia de la Celac. Honduras entrega hoy la presidencia pro tempore de esta comunidad: el continente de la esperanza, de la diversidad cultural y política.
En este año hemos fortalecido la Celac desarrollando 16 reuniones de coordinadores nacionales, 12 reuniones de asistencia y una cumbre virtual de emergencia por el caso de la toma de la embajada de México.
La Celac no es una organización perfecta. Nace de un sueño, de un ideal, de una utopía de nuestros libertadores y próceres: la integración de América Latina y el Caribe frente al colonialismo de las grandes potencias, como sujeto histórico, soberano y solidario, no como zona de sacrificio que nos impone el capital global.
Este sueño de la unidad de la Patria Grande es hoy más urgente que nunca, cuando el viejo orden neoliberal impuesto a nuestros países colapsa, y las grandes potencias, como Estados Unidos, redibujan su mapa económico sin preguntarse qué pueblos quedan atrás.
Señores presidentes, presidenta: no podemos seguir caminando separados cuando el mundo se reorganiza sin nosotros. Pero tampoco podemos unirnos repitiendo la receta del fracaso.
El modelo neoliberal, promovido por el Consenso de Washington en los años 90, depredador y excluyente, ha vaciado nuestras economías, endeudado nuestros países, concentrado el capital en pocas manos y privatizado los servicios públicos, centrando su ambición en la naturaleza, que no debe seguir siendo un botín del capital.
La precarización de la clase trabajadora y las alianzas público-privadas solo han generado corrupción, violencia y pobreza. Nuestros jóvenes se han convertido en migrantes que, buscando el sueño americano, hoy son expulsados masivamente de Estados Unidos.
Frente a este desafío, la región tiene que ser respetada como zona de paz. Este compromiso contra la guerra y a favor de la paz debe ser ratificado este día. La Celac no debe ser solo un foro, sino una herramienta de emancipación, de cooperación soberana, de justicia ambiental, de socialismo democrático y de autodeterminación de los pueblos.
No podemos salir de esta histórica asamblea que ha reunido a los 33 pueblos latinoamericanos y del Caribe sin abordar los temas que nos afectan, sin debatir el nuevo orden económico mundial que nos impone Estados Unidos con sus medidas arancelarias y su política migratoria.
Cada quien tiene derecho a expresarse libremente, y todas sus participaciones serán transmitidas en vivo por los medios de comunicación y redes nacionales e internacionales de Honduras.
Hablamos con legitimidad. Vivimos 12 años y siete meses bajo una narcodictadura impuesta tras un golpe de Estado petrolero e imperial perpetrado contra el expresidente Manuel Zelaya Rosales, un gobierno democráticamente electo.
Regresamos del exilio para unirnos con el pueblo. A través de la lucha de la resistencia pacífica, democrática y popular, fundamos, junto a la resistencia, el Partido Libre, hoy vanguardia del pueblo que nos llevó a la presidencia de la República.
Esa contundente victoria no fue solamente electoral: fue una victoria histórica.
En tres años y tres meses de gobierno, hemos pagado puntualmente la onerosa deuda heredada por la narcodictadura y contamos con uno de los mejores indicadores macroeconómicos de la región. Asimismo, hemos ejecutado la inversión más grande de la historia en infraestructura: carreteras, hospitales, escuelas, caminos productivos, canchas deportivas, financiamiento al sector productivo, subsidios a los combustibles y ordenamiento en las finanzas públicas.
Todo esto se ve reflejado en una reducción de la pobreza en más de 10 puntos y una disminución de 15 puntos en la tasa de homicidios.
Este día quiero recordar el año 2009, cuando las fuerzas desencadenadas del mal acechaban en la sede diplomática de la embajada de Brasil en Tegucigalpa. El presidente Lula Da Silva, desde Naciones Unidas, denunció el asedio y sentenció: si las fuerzas militares golpistas se atreven a entrar en la embajada de Brasil, donde se encuentra refugiado el presidente Zelaya y su familia, estarían violando todas las normas internacionales y se atendrían a las consecuencias. Esto hubiese significado el asesinato de quienes ahí nos encontrábamos.
Agradecemos al presidente Lula. Su dignidad sigue vigente. Condenamos el cruel e inhumano bloqueo económico de más de 64 años de Estados Unidos contra el heroico pueblo cubano.
Cuba no exporta terroristas: exporta maestros, científicos y la dignidad de los pueblos.
Reafirmamos los derechos del pueblo bolivariano de Venezuela a su independencia, respaldamos la revolución sandinista en Nicaragua y la soberanía del pueblo argentino sobre las Islas Malvinas.
Nos sumamos al clamor por la paz en la Franja de Gaza. Hay que detener la guerra de agresión contra el pueblo palestino.
Reconocemos la resistencia del pueblo de Haití, que exige una patria soberana cuyo destino sea definido por los propios haitianos y no por injerencias extranjeras.
Un 9 de abril como hoy, en Bogotá, Colombia, Jorge Eliécer Gaitán fue asesinado por soñar con una patria justa. Manifestamos nuestra solidaridad con la presidenta Cristina Kirchner, quien es víctima de la persecución.
También quiero expresar mi pesar con la hermana República Dominicana por el trágico accidente ocurrido en una discoteca, donde fallecieron 98 personas.
Nada de esto es pasado. Todo es presente. Todo es futuro.
Hoy entregamos la responsabilidad de la presidencia pro tempore a Colombia. Confiamos en el liderazgo del presidente Gustavo Petro y estamos seguros de que la CELAC no solo superará los desafíos, sino que mantendrá vivos los sueños pendientes de los revolucionarios Zapata, Bolívar, Morazán, Martí, Allende, Chávez, Sandino y de los pueblos que nunca se rinden.
Porque, como decía el comandante Chávez, “la utopía está en el horizonte, y caminamos hacia ella para no dejar de caminar”.
¡Que viva la integración!
¡Que vivan nuestros pueblos!
Prohibido olvidar, que somos resistencia. Muchas gracias».