El Día que la Música Murió


Por Dafna Danenberg

Cónsul, Embajada de Israel en Honduras

«No soy una heroína, así que no se atrevan a llamarme así». Así empezó Bar, de 21 años, ante una sala llena de diplomáticos israelíes, para relatar con mucho dolor los horribles acontecimientos que había sufrido el 7 de octubre.

La mañana del barbárico ataque de Hamás, el mundo que conocíamos quedó destrozado y familias devastadas. Los espectadores del festival de música presenciaron impotentes cómo sus amigos y seres queridos eran tomados como rehenes, violados o brutalmente asesinados ante sus propios ojos.

El 6 de octubre, 3.500 personas se reunieron para bailar en un festival de música al aire libre, cerca del Kibutz Re’im, en el sur de Israel. El 7 de octubre, los terroristas de Hamás invadieron a lo que se suponía era una celebración de la vida, llevando a cabo actos de crueldad y brutalidad sin precedentes que ahora están grabados permanentemente en la memoria de Israel. Las vidas que alguna vez conocieron cambiaron para siempre.

Inducidos por años de adoctrinamiento, incitación a la violencia y glorificación del terrorismo, los 3, 000 terroristas que traspasaron la frontera de Israel por tierra, mar y aire no “solo” asesinaron a civiles inocentes, sino que quemaron, violaron, torturaron y mutilaron a sus víctimas. Un voluntario de búsqueda y rescate que fue de los primeros en llegar al lugar de la masacre afirmó que ninguno de los cuerpos que vio ese día o en los días siguientes fueron «simplemente» asesinados; todos ellos habían sido sometidos a actos atroces antes de morir.

Trágicamente, el festival de música Nova, al que asistieron principalmente jóvenes, resultó ser un blanco fácil para los terroristas sedientos de sangre. De los 1,200 asesinados y 253 tomados como rehenes ese sábado, 364 de los muertos y 40 de los secuestrados eran del propio festival.

Mientras los jóvenes bailaban durante el amanecer, esperando el evento principal, las alarmas que advertían sobre ataque de cohetes comenzaron a sonar entre la música electrónica y el alegre baile rápidamente se transformó en caos. Cuando la gente empezó a dispersarse, huyendo frenéticamente del bombardeo de misiles, tanto los asistentes como los organizadores aún no habían descubierto que terroristas fuertemente armados habían invadido el lugar.

Muchos intentaron escapar en coche, sin saber que los terroristas habían creado una barricada en la carretera, disparando a quemarropa a cualquiera que se acercara. Otros, que intentaron alejarse a pie del recinto del festival, lamentablemente no llegaron muy lejos, escondiéndose en los refugios antimisiles situados a lo largo de las carreteras, repartidos por toda la zona debido a los frecuentes lanzamientos de cohetes desde la cercana Franja de Gaza.

Estos refugios se transformaron rápidamente en escenas sacadas de las películas de terror más grotescas; cuando los terroristas de Hamás los rodearon, utilizaron a los civiles inocentes que se encontraban dentro como su presa en terribles exhibiciones de práctica de tiro humano.

Bar era una de los muchos jóvenes que se escondieron en un refugio antimisiles antes de ser rodeados y atacados implacablemente. Las horas pasaron sin tregua. Bar dijo que el refugio en el que se encontraba fue atacado con al menos 8 granadas e innumerables rondas de armas automáticas.

Cuarenta personas buscaron asilo en esa pequeña estructura de concreto al borde de la carretera y sólo diez lograron salir con vida. Durante las muchas horas que pasaron en ese horror sujetos a disparos a corta distancia mientras esperaban el rescate, los diez supervivientes observaron impotentes cómo treinta amigos y otros asistentes del festival morían lentamente, mientras se escondían y se aferraban unos a otros, orando pidiendo ayuda, enviando mensajes de despedida a sus seres queridos, nadie sabía si la próxima granada sería la última.

Fue en estos refugios antimisiles y otros escondites improvisados, envueltos por el miedo, donde Bar y otros como ella lograron sobrevivir al ataque alimentado por el odio de Hamás. Debido a estos acontecimientos traumáticos, sus vidas han sido alteradas para siempre, sus cuerpos y mentes marcados permanentemente.

Pero fue también en ese terrible día, y en los días y semanas siguientes, cuando los supervivientes nos demostraron verdadera valentía. A pesar de todo, a pesar del profundo trauma y las pérdidas que sufrieron, la mayoría de estos jóvenes han logrado encontrar el coraje y la fuerza para decidir que sobrevivir no es suficiente. Tomaron la decisión consciente de intentar sanar sus almas, prosperar, volver a sonreír y compartir sus historias y las de aquellos que no vivieron. Un día volverán a bailar.


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