Los habitantes del norte de Israel temen la apertura de un segundo frente de guerra


Daniel Bussidan está todavía conmocionado por la muerte de un allegado víctima de un cohete procedente del cercano Líbano. Como el resto de habitantes de esta localidad costera del norte de Israel, teme una conflagración regional del conflicto en Gaza.

«Tengo miedo de un ataque desde Líbano», dice el joven de 26 años, a la sombra de unos enormes eucaliptos, en una panadería de la principal arteria comercial de Nahariya, un importante centro turístico a orillas del Mediterráneo.

Ayúdanos a crecer y síguenos en Instagram dando click aquí:

En tiempos normales, los 75.000 habitantes y los visitantes disfrutan del clima suave y de los deportes acuáticos. Pero desde hace dos meses, viven bajo la amenaza del fuego cruzado diario entre el ejército israelí y el movimiento libanés Hezbolá.

La localidad se sitúa a solo unos kilómetros de la frontera septentrional, bien visible en unas colinas a lo lejos.

El movimiento chiita libanés, enemigo jurado de Israel, dice estar «en combate desde el 8 de octubre» para apoyar a su aliado palestino Hamás, en el poder en la Franja de Gaza.

«Nos fijamos en los refugios»

El jueves, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu visitó a las tropas apostadas en el norte, y amenazó con transformar Beirut «en Gaza», intensamente bombardeada desde el ataque de Hamás del 7 de octubre, si Hezbolá escogía «desencadenar una guerra total».

Difícil predecir el futuro en este contexto. En la gasolinera de Nahariya, Mair, un vendedor de madera para la construcción de 52 años que no quiere dar su apellido, explica que el negocio está en caída libre.

El mismo ánimo se respira en los restaurantes del frente marítimo y en las tiendas, que lucen orgullosas la bandera nacional. Pocas compras al volver de la playa y muchos fusiles en bandolera.

«Puede haber una infiltración» de combatientes de Hezbolá desde Líbano. «Cuando salimos, nos fijamos en los refugios», explica Nathalie Betito, de 42 años, que no renuncia a celebrar el Janucá, la fiesta judía de las luminarias.

Ella, su hija y su marido, con quien inmigró desde Francia hace cinco años, se reúne con otro centenar de personas en la sala contigua de la sinagoga central.

«No hemos venido a vivir a Suiza», conocida por su neutralidad en las guerras, dice el marido de Nathalie, de 47 años, que se ocupa de acoger a los recién llegados en el ayuntamiento de Nahariya.

El atractivo de la ciudad no se limita a su estilo de vida junto al mar, sino también a las ventajas fiscales concedidas por su posición expuesta a los ataques desde Líbano.

Esperando la guerra

El ejército israelí dispone de tropas en entrenamiento en esta zona septentrional, en los Altos del Golán anexados, dispuestas a actuar.

Hasta ahora, la gravedad de las hostilidades en la frontera norte, más de 110 muertos en Líbano y una decena en el lado israelí, queda muy lejos de lo ocurrido en el sur y en Gaza.

El ataque de Hamás en el sur de Israel mató a 1.200 personas, según las autoridades locales. Y la ofensiva israelí en la Franja de Gaza dejó casi 17.500 muertos, según el Ministerio de Salud de este territorio gobernado por el movimiento islamista palestino.

«Tenemos una pistola apuntándonos en la sien», dice Arié Betito en Nahariya. El arsenal de Hezbolá «apunta hacia nosotros», asegura el hombre, quien no ve por ahora posible una «guerra total».

«El precio a pagar sería desorbitado» y «nadie quiere esto», «ni de un lado ni de otro», apostilla.

«Total» o no, «Sé que va a haber una guerra aquí», señala por su parte Efi Dayan, de 60 años. «Nos preparamos con la comida, la ropa. La esperamos», dice, con semblante tranquilo, bajo el sol invernal. (rfi)


Noticia Anterior Fuerzas Armadas destruyen droga incautada
Siguiente Noticia Sismo de 5,6 sacude la zona este del Caribe