Los jóvenes dejan la JMJ cargados de fe y amistades: «No todo el mundo puede vivir esto»
Después de viajes, caminatas al sol y noches durmiendo al raso, los jóvenes empiezan a abandonar hoy Lisboa, tras una Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que los deja cargados de fe, nuevas amistades y con una lección: «He aprendido a darme cuenta de la suerte que tenemos, no todo el mundo puede vivir esto».
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Raquel, una madrileña de 18 años, resume con esa frase la experiencia que ha vivido en la última semana en Lisboa desde la estación de Oriente, cerca de donde el papa Francisco acaba de oficiar la misa final con un millón y medio de personas.
Miles de peregrinos, cargados con mochilas, sacos y esterillas que han utilizado para pasar la noche en el Parque Tejo a la espera de la misa de despedida oficiada hoy por el papa, corren de un lado a otro en la estación, con huellas de cansancio evidente en la cara.
La experiencia ha sido «muy dura» pero, dice Raquel, ha merecido la pena: «Hay momentos que decimos ‘Quiero volver ya’, pero luego piensas que es una vez cada varios años, que nunca te va a pillar con esta edad y tan cerca de tu país, y no te arrepientes tanto», bromea.
A casa se lleva sobre todo las nuevas amistades que ha hecho durante esta semana.
«Ha sido muy impactante ver a tanta gente, porque sabías que venían de todo el mundo, pero luego, al ver todas esas multitudes y saber que todos estamos aquí por la misma razón, impresiona un montón», relata Geomar, una joven de 20 años también de Madrid.
Minutos antes, Geomar y su amiga María intercambiaban pulseras con un grupo de peregrinos italianos.
«Es uno de los retos que hemos conseguido, darles objetos que traíamos de casa, algo que nos gustase, una pulsera, y ellos nos intercambiaban cosas de ellos, nos ha podido unir más como cristianos», explica María.
También se llevan la fe y los mensajes del pontífice.
«Me ha sorprendido mucho el gran carisma del papa Francisco, todo lo que ha dicho me ha llegado al corazón y haberlo vivido con tanta gente es algo precioso», señala.
Para escuchar ese mensaje pasaron la noche durmiendo al raso en el Parque Tejo, aunque después de una semana en el suelo de un polideportivo «se acaba durmiendo bien en todas partes», asegura Geomar. «Nos ha despertado esta mañana un cura DJ», dice entre risas.
Geomar y María vuelven este lunes a España en autobús. Otros, que vienen de más lejos, van a continuar el viaje espiritual después de Lisboa.
DE LISBOA A ROMA
«Nos vamos a Italia porque queremos ir a visitar el Vaticano», relata Mari, una joven de 33 años de Guatemala que espera con su grupo para salir hacia el aeropuerto y tomar un vuelo a Roma.
El viaje ha sido «un poco largo, muy cansado», echan de menos la comida de casa y tienen la espalda dolorida. Pero «ha merecido mucho la pena» y es parte de la experiencia, añade.
«Jesús no es de comodidades ni de lujos y nosotros nos acoplamos a todo», afirma.
A Guatemala se llevan muchas bendiciones: «Todos los que nos esperan allí también reciben el mensaje y las bendiciones que nosotros llevamos, todo lo que el papa nos ha enseñado y lo que compartimos con los demás peregrinos».
En su muñeca luce casi una decena de pulseras que ha recibido estos días de otros jóvenes.
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A pocos metros, un estadounidense presume de la enorme bandera española que ha intercambiado con otro peregrino y que lleva atada a la espalda.
Es uno de los grandes legados de la JMJ: la amistad. (swissinfo.ch)